“Con el
número dos nace la pena”, escribió Leopoldo Marechal en su poema “Del amor
navegante”. Como una variación de su significado, existe hoy una marcada
pretensión de instalar que en la Argentina hay dos bandos, dos “verdades”, dos
“modelos”, una suerte de Boca-River en el que las cosas son según se las mire
desde el fanatismo “bostero” o el
fanatismo “gallina”. Bravo!, gritan los delincuentes que atracan al Estado para
hacerse millonarios. No son ladrones de la cosa pública. Son apenas víctimas de
una mirada parcial. Mirá vos.
Los periodistas cooptados suelen mostrar
sus credenciales de gobierno. Pero también suelen no mostrarlas. La de la
neutralidad suele ser una buena máscara. Como sabían nuestros padres, los
únicos “imparciales” eran los cigarrillos. Pero otra cosa es caer en un
relativismo ético que justifique cualquier cosa. Un paso más y está el
precipicio. A ver si somos categóricos: no siempre hay dos miradas. Puede haber
muchas. Y en determinados casos no hay dos posturas. Hay una.
Fulano o Mengana se hicieron más que
prósperos ejerciendo la función pública. Llegaron al Estado con un capital y se
fueron-si se fueron-con uno multiplicado por cien o más. Uno está absolutamente
en contra de que los dineros públicos vayan al bolsillo de los funcionarios. Me
podrían explicar, frente a esto, ¿cuál es el otro “punto de vista”?
Un delincuente asesina a un abuelo de
ochenta años. Cebado, primero lo castiga con alevosía antes de robarle su
dinero y mandarlo al otro mundo. EL victimario debe pagar su culpa en el marco
del Estado de Derecho. Pero debe purgar su conducta. ¿Y la otra postura? ¿Cuál
sería?
Manipular la realidad a través de un
gigantesco aparato de propaganda es algo diferente a tener una posición
respetable. Mentir no es una alternativa a la verdad. Es su opuesto.
El mundo de la retórica posibilita armar
discursos mentirosos. Refutarlos, es un imperativo moral.
¿Así que ahora robarse la plata de la
gente es una posición?
Uno está muy en contra de eso. De un lado,
dirías vos.
¿Cuál es el otro?
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