jueves, 31 de octubre de 2013

SODOMA, OBERA Y GOMORRA

     




          Es bíblico. En el Antiguo Testamento  se cuenta la historia de Sodoma y Gomorra, dos de las cinco ciudades que se situaban a orillas del Mar Muerto. En Génesis 19 se relata como Dios sentencia a la destrucción a ambas ciudades a favor de la perversión de sus habitantes.
      “Yahvé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego, destruyó estas ciudades y cuantos hombres había en ellas" (Gn 19, 27-28).
     A algunos les cuesta  aceptar aún lo que hace años nos obligó a rotar el eje del análisis político. Siendo de los primeros que criticamos públicamente la labor de quiénes tomaron por asalto a la Argentina, a Misiones y a Oberá  debimos empezar a reflexionar acerca de a qué clase de sociedad se le pide el voto. En Misiones los impresentables con votos ponen en ridículo tanta queja mediática. Y Oberá ya no es materia de análisis para periodistas sino para psicólogos sociales.
    Por supuesto es más fácil ejercer la demagogia y postular que el pueblo nunca se equivoca. Sanata de ignorantes! Hace dos mil quinientos años Pilatos preguntó a la plebe si preferían a Jesús o a Barrabás. Fue de las primeras pero no de las últimas veces que los pueblos eligieron ladrones. La política se hace con los acores que hay, de modo tal que los gobernantes se nos parecen mucho. Ya uno ni recuerda cuánto hace que escribió que Oberá tiene el “Rindfleisch que se merece”.
     El 11 de agosto 9.877 habitantes de Oberá votaron al Frente Renovador dejándola en segundo lugar por primera vez en una década.77 días después el oficialismo sacó 12.798 sufragios. Casi tres mil personas pasaron de la protesta al apoyo. En el medio, Oberá siguió siendo la ciudad sin agua, con pobre iluminación, con gente sin trabajo, salarios paupérrimos y una inseguridad callejera casi porteña. La droga llegó para quedarse y recorrer la ciudad permite metaforizar lo que sucede; el alcalde vive como un sultán en una casa con salida a un asfalto propio del siglo 21. Miles de obereños viven como parias en barrios cuyas calles recuerdan al siglo 19.
      A ésas tres mil personas no les mejoró la calidad de vida. Les mejoraron la oferta.
      Cientos y cientos de obereños van por la vida en estado de alquiler. Otros permanecen indiferentes. Ocurre en la ciudad de las iglesias, cuyos pastores deberían reforzar un poquito más la enseñanza del séptimo mandamiento. Lo concreto es que la suma de unos y otros siguen dejando a los “ciudadanos” en minoría. Hace días hubo elecciones en la CELO y el resultado dejó ésto tan claro que no verlo ya es declarada ceguera.
     La Oberá de tus padres no existe más. Esta es otra gente. Poco dispuesta a esfuerzo alguno. Mucho menos al intelectual. Claro que hay gente muy valiosa. Pero no la suficiente. Es triste pero es así.
   Robert Walpole, el creador del sistema parlamentario en Inglaterra, dijo que “cada hombre tiene su precio”.
     Cuando miles de personas tienen un precio los que gobiernan sólo deben hacer una cosa.
    ¿Gobernar mejor?
    No. Mejorar la oferta…



    

     

   


    

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