En la mañana de éste martes 22 de
octubre Alba Kunzmann de Gauchat, Jueza de Instrucción I de la ciudad de Oberá,
dictó el procesamiento de Pascual Alejandro Santandrea por los delitos de
“acceso carnal abusivo y abuso sexual simple”. La génesis de la medida judicial
fueron unas declaraciones de la menor en cuestión, una niña de ocho años de
edad, que definió a cierta parte de la anatomía del ahora procesado: “tiene un
pupo raro”, dijo y consta en el
expediente judicial.
Todo se precipitó en agosto. En la noche
del lunes 19 Rosa Quintana, una mujer de
42 años que vive en condiciones de extrema pobreza en el barrio obereño de
Villa Gunther, denunció en la Comisaría de la Mujer de la ciudad que su hija
menor había sido abusada en la casa de un hombre. Según ella la niña fue
obligada a practicarle sexo oral a éste hombre que, por primera vez dado que no
habría sido ése el primer abuso, habría penetrado su vagina con tres dedos de
una mano. Todo luego de haberla bañado ahí en su propio domicilio de Villa
Barreyro, un barrio burgués de la localidad. El dolor derivado de la
penetración manual provocó que la nena
le anoticie del asunto a la mamá. Rosa remató su denuncia diciendo que la nena
y su hermanita de trece años fueron
amenazadas de muerte por el hombre.
Ahí empezó en Oberá un nuevo capítulo
porque el hombre no era cualquier hombre. El martes 27 de agosto el Juez de
Instrucción II Horacio Alarcón ordenó el allanamiento del domicilio del
denunciado y, tras ello, fue detenido. Claro que de un modo singular. Sin
esposas, manejando su propio auto y tratado con toda deferencia por la policía
que intervino en el caso. De hecho y hasta hoy, el hombre no está alojado con
los otros presos sino en una sala acondicionada especialmente en la Comisaría
III de Oberá, que servía de descanso al personal policial. Cuenta con
televisión por cable y flexibilidad horaria para las visitas, todo justificado
por el comisario de la Seccional Víctor Wall con el argumento de que se trata
de una figura pública.
Pero, ¿quién era el acusado? Buena parte
del periodismo obereño, condicionado por amistad profesional o porque el hombre
es del riñón político del alcalde obereño Ewaldo Rindfleisch que apoya buena
parte de su Poder en el blindaje mediático que le otorgan esos periodistas, no
se atrevía a dar el nombre. Llegaban a extremos ridículos como el de dar toda
la data para terminar diciendo “Pascual Alejandro S.”, como si los obereños
fueron opas inacapaces de saber de quién
se hablaba.
Hasta que MIsionesCuatro fue el primer
medio provincial en dar el nombre completo como correspondía: Pascual Alejandro
Santandrea, apodado “Cacho”, 59 años de edad, tradicional presentador de la
Fiesta Nacional del Inmigrante (bien obereña pero también la mayor fiesta de la
tierra colorada), hombre de vasta trayectoria en los mass-media misioneros y
además Secretario del Concejo Deliberante de la ciudad de Oberá . Hombre de
prosapia radical que fue acompañando las idas y vueltas partidarias de Ewaldo
Rindfleisch, intendente de la ciudad desde hace una década.
El caso, a días de iniciarse una nueva
edición de la Fiesta Nacional del Inmigrante (que iba a ser la primera sin
Santandrea en la conducción), conmocionó a Oberá, a la provincia y llegó a los
medios de comunicación nacionales. Consultado por una radio posadeña, el
intendente Rindfleisch fue diplomático y se limitó a manifestar cierto asombro
ante la noticia.
Todo acusado es inocente hasta que se
demuestre lo contrario.
Entonces, ¿en qué se basó el Juez Alarcón para
allanar la casa de Santandrea y luego ordenar detenerlo? Se le hizo una Cámara Gesell a la chica que,
según declaró públicamente el mismo Juez, dio un testimonio “crudo y espontáneo”.
Pero la situación era por cierto despareja.
De un lado Santandrea contando con apoyo político, apoyo de sus amigos en los
medios de comunicación y con la posibilidad económica de contratar a dos
abogados prestigiosos del foro local: Manuel Elordi y Javier Millán Barreda.
Santandrea y los letrados pensaban en el armado de la estrategia defensiva. Del
otro lado muy vulnerables, Rosa Quintana y sus hijas pensaban en qué cenar.
Millán Barreda recorrió algunas radios
obereñas intentando instalar la idea de que la niña fabuló y que una Cámara
Gesell puede fallar, cuestión que es cierta y de la que hay registros
judiciales varios. Al tiempo la causa había cambiado de manos. En unas
minivacaciones en la zona de El Soberbio el Juez Alarcón se rompió una pierna
de manera accidental y pidió licencia. Lo reemplazó entonces como jueza
subrogante la doctora Gauchat.
Treinta y cuatro días después de ser
detenido, Santandrea declaró ante la Jueza, que se mostró sorprendida por la
tardanza en prestarse a la indagatoria y se lo hizo notar al propio acusado. La
defensa presentó testimonios de “testigos”. Pero claro, ¿quién de ellos estuvo
mirando las veinticuatro horas hacia la casa de Santandrea como para aseverar
que la nena jamás entró, al menos ese día?
Luego la Fiscal Myriam Silke solicitó el
procesamiento del acusado. Para ella también había elementos suficientes que
ameritaban tal pedido. Vale recordar que el 30 de junio pasado la mayoría
del pueblo que concurrió a votar dio su apoyo en un plebiscito
que se hizo de manera paralela a los comicios provinciales, a la incorporación
de la figura del querellante particular a la constitución misionera. Misiones es la única provincia argentina en
la que la víctima de un delito no tiene arte ni parte en la causa y depende de
la acción del fiscal actuante. Sin embargo al día de la fecha y a pesar del
resultado contundente del plebiscito la nueva norma no fue reglamentada por lo que los fiscales
siguen siendo los impulsores exclusivos de las causas judiciales.
A partir de ahí la calle se llenó de
rumores que postulaban que Santandrea sería liberado por el poder político y
hasta se preparó una marcha convocada por el Polo Obrero (una organización con
presencia solidaria en barrios
marginales de Oberá como el de Villa Gunther, de dónde es la nena presuntamente
abusada) hacia el Juzgado que tiene la causa. La marcha no llegó a concretarse
en el comienzo de ésta semana por factores climáticos.
Sin embargo, en los corrillos judiciales
de Oberá nadie dudaba de que la Jueza
Gauchat tomaría la medida que éste
martes 22 de octubre tomó: el procesamiento.
Ahora la causa se elevará a juicio y el
imputado, que seguirá detenido, podría
sufrir una condena que va de los cuatro a los diez años. La defensa ya adelantó
que apelará y entonces una joven Cámara de Apelaciones tendrá la próxima
palabra. También se verá si además de estudiar la psiquis de la nena la
Justicia se pone a evaluar exhaustivamente la “cabeza” del ahora imputado. Para
éso existen test más que pertinentes.
“Cada día tiene su cielo y su infierno”
escribió Jorge Luis Borges.
Parece que “un pupo raro” cruzó al cielo de
Santandrea con el infierno de una nena.
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