EL PATÉTICO PROGRESISMO ARGENTO
La génesis
del progresismo nos lleva a la Revolución Francesa de 1.789. Desde entonces ha
recorrido un camino diferente según la geografía. En América Latina está
asociado a posiciones de centro-izquierda o de la izquierda política. En la
Argentina, donde hay gente muy sagaz para “truchar” lo que sea, ser “progre”
tiene buena prensa y quién así se postula pretende tener alguna suerte de
superioridad moral. El “progre argento”, que suele conocer a la pobreza por
fotos, es hipócritamente antinorteamericano y anticapitalista, y es muy hábil
para gestionar y resolver los problemas del país…en un café.
El progresismo es el conjunto de doctrinas
políticas, sociales, filosóficas y económicas que abogan por la defensa de los
derechos civiles de libertad, igualdad y justicia. Quizás sea más didáctico
definirlo por el opuesto: es lo contrario del conservadurismo.
En la Argentina, además de las distintas
variantes del socialismo, hay progres en el peronismo (aunque el peronismo no
es lucha de clases), y en el radicalismo. Y hay progres que no tienen ni la más
pálida idea de qué es eso, pero así se presentan para tener garantías de que nuestro
establishment cultural les va a guiñar un ojo. Porque, y esta es una cuestión
central, la cultura dominante en la Argentina, al menos en la Argentina urbana,
es progresista.
La Argentina ha soportado dictaduras de
derecha. No debió sobrevivir a Stalin, Mao Tse Tung, o Fidel Castro. Y llama
“revolucionarios” a los terroristas que mataban al pueblo en nombre del pueblo.
¿Cómo se para el progresista argentino frente a los dictadores, déspotas y
asesinos de izquierda? Con una sola postura: la negacionista.
En nuestros días el kirchnerismo
hegemoniza e intenta amalgamar toda postura progresista. De hecho, alguna vez
Cristina Kirchner dijo “a mi izquierda está la pared”. Por cierto, el
kirchnerismo es un ejemplo contundente del aprovechamiento integral de las dos
varas con las que buena parte de la sociedad mide a la corrupción. Una sociedad
que tarda cinco minutos en condenar y detestar a un corrupto “de derecha”, pero
que puede tardar toda una vida en hacerlo con un chorro “progre”.
Se podría argumentar que el kirchnerismo,
como Maduro en Venezuela, es la degradación total del ideario del progresismo.
Pero debe ser difícil explicarle eso a gente que aún no asumió que el Muro de
Berlín cayó hace más de treinta años y que, contrariando a Carlos Marx, los
trabajadores no tiraron abajo al capitalismo sino al comunismo.
En la Argentina la derecha ha perpetrado
barbaridades. Claro. Y la izquierda también.
Hasta el momento, aunque no te guste
leerlo, cada vez que los progresistas argentinos llegaron al gobierno la única
vida que mejoraron fue la de ellos.
Cultores del relativismo moral, nuestro
progresismo piensa que todo delincuente es una víctima del capitalismo, al que
consideran intrínsecamente corrupto. Y que el único policía bueno es el policía
muerto. Mientras ellos piensan así, a la gente la siguen asesinando por
cualquier cosa.
Defienden la escuela pública, pero sus
hijos estudian en los colegios privados. Adoran esos colectivos en los que
nunca viajaron. Y llenan de elogios a los hospitales públicos, mientras pagan
una regia prepaga y se operan en sanatorios.
Te acordás de la frase de George Bernard
Shaw? “Si un gobierno le roba a Pedro, para pagarle a Pablo, siempre contará
con el apoyo de Pablo.
Te
cuento: Pablo es argentino. Y es progresista.
Walter
Anestiades
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