domingo, 10 de abril de 2022

 

        EL PATÉTICO PROGRESISMO ARGENTO

 

     La génesis del progresismo nos lleva a la Revolución Francesa de 1.789. Desde entonces ha recorrido un camino diferente según la geografía. En América Latina está asociado a posiciones de centro-izquierda o de la izquierda política. En la Argentina, donde hay gente muy sagaz para “truchar” lo que sea, ser “progre” tiene buena prensa y quién así se postula pretende tener alguna suerte de superioridad moral. El “progre argento”, que suele conocer a la pobreza por fotos, es hipócritamente antinorteamericano y anticapitalista, y es muy hábil para gestionar y resolver los problemas del país…en un café.

     El progresismo es el conjunto de doctrinas políticas, sociales, filosóficas y económicas que abogan por la defensa de los derechos civiles de libertad, igualdad y justicia. Quizás sea más didáctico definirlo por el opuesto: es lo contrario del conservadurismo.

     En la Argentina, además de las distintas variantes del socialismo, hay progres en el peronismo (aunque el peronismo no es lucha de clases), y en el radicalismo. Y hay progres que no tienen ni la más pálida idea de qué es eso, pero así se presentan para tener garantías de que nuestro establishment cultural les va a guiñar un ojo. Porque, y esta es una cuestión central, la cultura dominante en la Argentina, al menos en la Argentina urbana, es progresista.

     La Argentina ha soportado dictaduras de derecha. No debió sobrevivir a Stalin, Mao Tse Tung, o Fidel Castro. Y llama “revolucionarios” a los terroristas que mataban al pueblo en nombre del pueblo. ¿Cómo se para el progresista argentino frente a los dictadores, déspotas y asesinos de izquierda? Con una sola postura: la negacionista.

     En nuestros días el kirchnerismo hegemoniza e intenta amalgamar toda postura progresista. De hecho, alguna vez Cristina Kirchner dijo “a mi izquierda está la pared”. Por cierto, el kirchnerismo es un ejemplo contundente del aprovechamiento integral de las dos varas con las que buena parte de la sociedad mide a la corrupción. Una sociedad que tarda cinco minutos en condenar y detestar a un corrupto “de derecha”, pero que puede tardar toda una vida en hacerlo con un chorro “progre”.

     Se podría argumentar que el kirchnerismo, como Maduro en Venezuela, es la degradación total del ideario del progresismo. Pero debe ser difícil explicarle eso a gente que aún no asumió que el Muro de Berlín cayó hace más de treinta años y que, contrariando a Carlos Marx, los trabajadores no tiraron abajo al capitalismo sino al comunismo.

     En la Argentina la derecha ha perpetrado barbaridades. Claro. Y la izquierda también.

      Hasta el momento, aunque no te guste leerlo, cada vez que los progresistas argentinos llegaron al gobierno la única vida que mejoraron fue la de ellos.

     Cultores del relativismo moral, nuestro progresismo piensa que todo delincuente es una víctima del capitalismo, al que consideran intrínsecamente corrupto. Y que el único policía bueno es el policía muerto. Mientras ellos piensan así, a la gente la siguen asesinando por cualquier cosa.

     Defienden la escuela pública, pero sus hijos estudian en los colegios privados. Adoran esos colectivos en los que nunca viajaron. Y llenan de elogios a los hospitales públicos, mientras pagan una regia prepaga y se operan en sanatorios.

     Te acordás de la frase de George Bernard Shaw? “Si un gobierno le roba a Pedro, para pagarle a Pablo, siempre contará con el apoyo de Pablo.

     Te cuento: Pablo es argentino. Y es progresista.

 

Walter Anestiades

 

    

No hay comentarios: