Es que Ortega había observado que nuestra sociedad era experta en esquivar el bulto, en la práctica del narcisismo y a la vez en la creación de modelos teóricos excesivos que no servían para entendernos a nosotros mismos.
Ideas como éstas podrían ayudarnos a entender el impresentable momento del periodismo argentino de hoy. Un "hoy" que empieza el 25 de mayo de 2003. Cuando asumió la presidencia de la nación Néstor Kirchner.
Dicen, sencillamente, que el ejercicio del periodismo consiste en contar lo que pasa. Pues bien, cuesta mucho encontrar otro período de nuestra historia en la que el periodismo se haya dedicado, casi todo el tiempo y con poquísimas excepciones por cierto, a ocultar lo que pasa. Al tiempo que como nunca antes, dice pensarse a sí mismo.
Basta con encender la tele para asistir a "investigaciones" que "muestran" sin profundizar en la búsqueda de responsables. No se trata de que el periodismo haga lo que no hace la Justicia. Se trata de que, según se desprende de éste modo de encarar el género, de lo que sucede con la cosa pública no hay jamás un concejal, un intendente, un diputado, un senador, un gobernador o un presidente que tenga algo que decir sobre lo que se acaba de ver, que se haga responsable. Las cosas ocurren, parece, en una dimensión extraña y ajena a los distintos oficialismos que tienen jurisdicción en el lugar de los hechos "investigados". Nunca se aborda a un funcionario de alto nivel para que responda sobre el tema en cuestión. Llamativo. ¿No?
Se hacen informativos que no informan. Espacios ganados,cada vez más, por "notas de color". Abruman ya las declaraciones de los funcionarios tal como éstos las emiten, como si hubiera obligación profesional de ser meros reproductores de cada palabra que sale de bocas oficiales. No hay preguntas o las que hay recuerdan los centros del mellizo Guillermo a Palermo para que Martín cabecee y se luzca al hacerlo. Se acepta sin quejas o sin unas lanzadas con la debida fuerza, que no haya conferencias de prensa-todo el gobierno de Néstor-o que cuando la hubo-en el actual gobierno de Cristina-los medios reconocidamente críticos no tuvieran acceso a las mismas. Hay portales de noticias que llegan al colmo de reproducir la palabra oficial sin comillas, como haciéndose cargo de que lo declarado es compartido por el medio. ¿Dónde están los que antes hablaban? ¿Dónde quedó el elenco estable de la defensa de la libertad de expresión que en los años noventa aparecía como el zorro para hacer justicia? Tantos actos de presunta corrupción y la televisión-un medio de mayor impacto que la radio y la gráfica-no se da por enterada. Y parece que letra sobra.
El periodismo argentino debería dejarse de tanto congreso sobre el ejercicio de la profesión, de tantas jornadas de presuntos debates, de tanta premiación, de tanto manual de instrucciones, de tanto periodista que desde hace un lustro decidió "acompañar" en vez de "molestar", de tanto mirarse el propio ombligo. Y en vez de hacer mero ejercicio declamatorio, dedicarse a laburar. A contar lo que pasa. A investigar al poder. A preguntar. A repreguntar. A exigir reportajes en serio. A transmitir la palabra oficial solo cuando es relevante y no prestarse a cada rato a las operaciones que hacen los cortesanos. A informar. A defender la libertad de expresión que en este gobierno se ha visto tan atacada como nunca antes en un cuarto de siglo de democracia ininterrumpida. Y si no se puede o no se quiere hacerlo, entonces podría ser hora de dejar de lado la hipocresía y asumir las miserias en vez de simular que se las asume.
En la Argentina de hoy ocurren hechos muy graves. Y el periodismo que mira para otro lado es corresponsable de que sucedan. Guste o no, es así.
Los Kirchner no hubieran llegado hasta aquí sin la "complicidad" por acción o por omisión de un periodismo que les ha tolerado demasiado. Algún día alguien deberá explicar el porqué se les toleró tanto.
Llenarse la boca hablando de democracia y de la defensa de la libertad de expresión es una habitualidad en muchos periodistas que se olvidaron de ponerlo en práctica en estos últimos cinco años. "Caradurez" se llama éso.
Y por cierto que el pasado no redime este presente. Uno no tiene la culpa de vivir en una sociedad en la que a treinta años de mediocridad se lo llama "trayectoria".
Ni hablar del mismo fenómeno transpolado a las provincias y a los municipios. Lugares donde periodismo-salvo contadas y laboriosas excepciones- es algo que se hace levantando un teléfono desde Casa de Gobierno o desde la Intendencia.
La Argentina de principios del siglo 21 se pobló de periodistas, locutores, productores, dueños de medios, sindicalistas, profesores y teóricos de la comunicación que estan constantemente pretendiendo enseñar lo que no siempre aplican. Va siendo hora de teorizar menos y de informar más.
Hora de "contar lo que pasa". O de quitarse la careta al menos. Claro que hay saludables distingos. Gente que hace o al menos intenta hacer las cosas bien. Pero parecen no tener la suficiente fuerza como para hacer promedio con el resto que, al calor de la pauta publicitaria, de la ideología, de la inoperancia ,o de las tres cosas juntas, simula que informa. Y no informa nada.
Periodistas: a las cosas!
A las cosas que hay informar y no se informan...
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