miércoles, 7 de octubre de 2009

¡ PERÓN, PERÓN! ¡QUE GRANDE Y VIGENTE SOS!

Se llamaba Juan Domingo Perón y le decían "Pocho".

Era del tiempo en que los Juan y los Domingo estaban muy repetidos y se recurría a los apodos para distinguirse. La provincia de Buenos Aires lo trajo al mundo en un pueblo conocido como Lobos. Tal vez con algo de premonición. En política, nadie sería tan lobo como él para enquistarse en la luna de lo popular y desde allí aullar para siempre.

De cuna privilegiada, se calzó el traje verde. Al que le daría un uso muy distinto del que le darían otros camaradas de traje verde.Se tuteó con aquellos que recibían sólo asco desde arriba y no dudó en tirarle el honor a los perros. Como buen Adán, también se encontró su propia Eva. Cuál flautista de Hamelin empezó a tocar fuerte un 17 de octubre y al compás de su música la multitud lo siguió hasta el balcón grande. Más bien, lo empujaron.

Puso por cierto lo que algún bigotudo explicaba en libros medio anarcas y el caudal de su voz se oyó con rigor. Tanto rigor y tan cierto que los bigotudos, los anarcas, los del traje verde y los de boina blanca lo hecharon en nombre de la libertad. Incluso, para que esa libertad sea más completa , le prohibieron hasta el nombre. ¡Menos mal que tenía apodo!

Canalizando su ternura por los niños y ya que estaba afuera, se pasó dieciocho años manejando títeres. Hasta que un buen día le dió el cuero y volvió. Y en esa plaza que queda entre abril y junio dijo sus verdades amargas o dulces según quién oyera.

Al tiempo, cuando ya era hora de que la historia le abriera la puerta a la leyenda, se mandó a mudar un primero de mes y en julio. Cómo si fuera a cobrar uno de esos aguinaldos que sólo él empezó a pagarle a los demás.

Hoy, que treinta y cinco años no es nada, los chabones de la política ganan elecciones en su nombre y se disputan la propiedad intelectual de la interpretación.

Es que aunque ya pasó mucho y el Pocho debe saber si lo que le decían en el catecismo era joda, los laburantes de todo el país quieren seguir escuchando aquella música que al compás de la vida decía:

"Perón, Perón...que grande sos".

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